El presidente hizo nuevo grupo de seguidores políticos en Mendoza

En La Cámpora dicen que el vacío político que le hicieron fue por el círculo del mandatario: con la infantil  y poca seria excusa: “Nadie nos invitó”, aseguraron. En el almuerzo posterior, la mesa chica del albertismo volvió a poner al Presidente en carrera. Ya agitan una PASO contra los alfiles de Cristina.

Notándose la ruptura entre la posición progresista de Alberto y de Cristina.

Es cierto que la visita fue intempestiva y –literalmente- a mediados de enero. También que, ya el viernes, cuando surgió el rumor de su llegada, en el PJ no tenían ni la más mínima idea de nada. No sabían mucho más que las versiones de los periodistas. Incluso esta misma semana, cuando ya era casi oficial que venía, no había en el partido una idea clara de cómo sería el recorrido. El malestar por esa supuesta falta de organización se coló entre algunos camporistas de importancia, que expresaron textualmente un “buscan que vayamos, pero no coordinan con nosotros. Capaz es eso lo que quieren (que no estemos)”. Fuerte.

Era claro. Y ahora que el periplo terminó, lo es más que antes: la ruptura de los albertistas con el kirchnerismo duro no sólo sigue vigente, sino que ya se cuela de forma palpable en provincias como Mendoza. Y si bien es verdad que las ausencias de Lucas Ilardo y Flor Destéfanis se dieron porque ambos están de vacaciones –lo mismo Adolfo Bermejo y Marisa Uceda- también es verdad que, si hay intenciones, al menos un emisario acude. A alguien se envía, aunque sea para quedar bien: “Cuando vos querés mandar a alguien, lo mandás. Hoy no hubo nada”, dijo uno de los presentes y disconformes.

Los nuevos leales y qué pidió Alberto
Después del encuentro, hubo un almuerzo. O, en realidad, dos almuerzos. La comitiva se trasladó hasta una fábrica de lavandina, en el parque industrial de Lavalle, y ahí esperaban para agasajarlo al Presidente. La dirección del encuentro fue secreta durante toda la mañana, pero después del acto se fue filtrando a algunos periodistas y dirigentes. Allí se tendieron sendos tablones: la mesa chica, con Alberto Fernández a la cabeza, tenía unas diez personas. La otra, un poco más alejada de lo que ahí se decía, tendría unas cincuenta. El menú era costillar a la llama en principio, pero terminó siendo bastante más amplio. Y no sería la única sorpresa.

La visita de Fernández -la oficial, sacando el almuerzo- casi pudo calificarse de fugaz. Duró poco más de dos horas y el mandatario nunca estuvo más de cuarenta minutos en el mismo lugar. Para las señales políticas, de todos modos, no hizo falta más tiempo que ese. La primera fue que se vieron aliados incondicionales –Guillermo Elizalde, Guillermo Carmona, Rafael Moyano, Fernanda Lacoste-; se sumaron algunos que sorprendieron un poco más -como José Luis Ramón-, y se vieron ausencias atronadoras: con el “Rodi” todo mal, y con buena parte del kirchnerismo, parece que también.

La segunda fue que Fernández mostró su llegada a los intendentes peronistas, su vínculo. Y vino acompañado por una figura decisiva en ese sentido: un funcionario que tiene articulación real –y no de mero discurso- con ellos, como lo es Gabriel Katopodis. El hombre fuerte de Obras Públicas ya ha venido ocho veces a Mendoza y en pocos días volverá para inaugurar una red de agua –en ese caso, a Las Heras, un municipio radical-.

O sea, Fernández vino junto a alguien que gestiona y les consigue cosas a esos intendentes. No es poco.

Dicen que la política se nutre de gestos, y el acto de este miércoles los dejó por todos lados. Lanzó varios que pueden ser analizados en el presente y sembró otros para ser leídos en el futuro. Y ojo: puede ser cierto que el Presidente no esté de campaña -como se encargó de aclarar-, pero tampoco dijo nunca que se bajaba de la reelección, y en varias oportunidades ha dicho que esa idea lo seduce. Descartado no está. La pregunta es qué significa eso para Mendoza y si algunos, efectivamente, se atreverían a construir en torno suyo.